(EDITORIAL)
En el Mes
del Maestro
Una universidad es
un mundo complejo. Existen múltiples procesos, tecnología, flujos de insumos e información,
reglamentos, manuales, pensa de estudios, redes curriculares, edificios,
laboratorios, pupitres y numeroso personal que interactúa a diario con los
estudiantes para llevar a cabo una misión muy digna como lo es la de formarlos
y capacitarlos. En el caso de Galileo, esta intensidad en las actividades es
aun más pronunciada, no sólo por el número de estudiantes, sino por la variedad
de programas, al punto que en los
días “pico”, como el día sábado, Galileo se convierte en una especie de
“colmena hiperactiva” cuyo ronroneo frenético se deja escuchar desde muy lejos.
En el corazón de
toda esta actividad, yace el proceso más importante de todos, sin duda alguna,
el que le confiere la vida y es la razón de ser de Galileo. Por supuesto, se
trata del proceso de enseñanza-aprendizaje, del cual el líder es por excelencia
el maestro. Por supuesto, como todo en la vida, es posible categorizar a los
docentes según distintos criterios: antigüedad, nivel de preparación académica,
experiencia profesional relevante, grado de aceptación por parte de los
estudiantes, por citar algunos. Sin embargo, todos, sin excepción, sin importar
su procedencia, su edad o cualquier otro factor que los distinga entre sí, son
los verdaderos héroes de la institución, pues es bien entendido que sin ellos,
la universidad no podría ser lo que es. Claro está, esta afirmación no merma la
importancia de otros trabajadores dentro de la institución sin cuyo apoyo el
proceso de enseñanza-aprendizaje no podría desarrollarse. El personal
administrativo, financiero y de apoyo en general, es imprescindible, pero los
que prestan el servicio principal de una universidad son los docentes. Los
estudiantes, concebidos como clientes, asisten a la universidad con el fin
principal de “comprar” el servicio que sólo los docentes pueden brindarles, es
decir, esa bendita cátedra que muchas veces trasciende el aula y se ocupa de su
crecimiento humano, de sus problemas y temores, en fin, de su vida.
Una encuesta
revelaría que la mayoría de los docentes universitarios se desempeñan, en
primer lugar, por vocación. En realidad, no consideran la enseñanza como un
trabajo en el sentido estricto de la palabra. Saben perfectamente que su
desempeño está sujeto a normas, condiciones y obligaciones. También entienden
que sus honorarios no reflejan el grado de empeño y entrega que el cargo requiere.
Sin embargo, siguen siendo docentes, no sólo porque deseen serlo, sino porque tienen que serlo. Para
la mayoría de maestros, ser docente no constituye una mera opción, sino una
imperiosa necesidad que emana desde lo más profundo de su ser. Para ellos, el
ser maestros resulta más un llamado divino, que un simple puesta en práctica de
una habilidad didáctica que poseen.
En ese sentido, la
universidad Galileo posee una enorme ventaja comparativa en relación al resto
de universidades del país (y posiblemente de la mayoría de Latinoamérica). Su
fundador y Rector es un maestro de maestros. Nos referimos, como no, al Dr.
José Eduardo Suger Cofiño, Ph.D., quien ha sido declarado uno de los forjadores
de la educación superior de Guatemala. El Dr. Suger cuenta con más de 44 años
de recorrido por las aulas de muchas universidades, incluyendo instituciones en
Europa, Norteamérica y, por supuesto, en la tricentenaria Universidad de San
Carlos de Guatemala, de la cual fue miembro de su Consejo Superior
Universitario, Catedrático Titular e ideólogo de varias reformas académicas
dentro de la misma.
Así, Galileo goza
del privilegio de que su visión, su visión, sus estrategias y políticas emanan
de un cuerpo directivo capitaneado por un verdadero maestro. En ese sentido, el
Dr. Suger ha subrayado siempre la idea de que el motor de una universidad es su
claustro, su cuerpo docente.
En nombre de él,
del Consejo Directivo, del Consejo Académico y de todas las autoridades de la
Universidad Galileo, deseamos expresar nuestra admiración, respeto y
solidaridad hacia todos los colegas docentes, en este mes especial en el que se
celebra el día del Maestro. Reciban una felicitación por la noble labor y el
deseo de que Dios los llene de sabiduría, paciencia y energía para alcanzar con
creces todas las metas que se han propuesto este año.
Dr. Cyrano Ruiz Cabarrús
Vicerrector